Como decían Los Manolos, a estas alturas de agosto “hace tanta calor que no me puedo mover”. Sobrevivir a la canícula tiene sus trucos, además de enchufar el aire acondicionado. Unas mínimas medidas de precaución nos evitarán no sólo pasar calor, sino muchos problemas asociados a las altas temperaturas. No es una broma, cada año el calor provoca muertes, especialmente entre personas mayores y niños, por golpes de calor, deshidratación, etc. Así que es cuestión de tomarse el verano con calma y buscar un lugar al fresco.
Si te has ido al Pirineo, ¡felicidades!, pero si no debes saber que los humanos somos homeotermos, es decir, tenemos una temperatura corporal constante que fluctúa como mucho un grado arriba o abajo de los 37 grados centígrados. Es por ello que tanto el calor como el frío nos afectan sobremanera, ya que nuestro organismo debe realizar un esfuerzo para mantenernos en la temperatura adecuada. Por esos sudamos cuando hace calor, pero también respiramos más deprisa, aumenta la circulación cutánea, estamos desganados y apáticos. En resumen, el cuerpo se sitúa bajo mínimos. Pero no podemos dejarlo asténico, ya que aunque no tenga ganas de “quemar”, hay que comer y, sobre todo, beber para recuperar todo aquello que eliminamos con el sudor.
La deshidratación es uno de los mayores peligros del verano, especialmente en el caso de los niños y los ancianos, pero también los adultos podemos deshidratarnos sin darnos cuenta. Es más fácil de lo que parece: un par de horas de ejercicio en la playa bajo el sol o un día ajetreado arriba y abajo en la ciudad, entrando y saliendo de lugares con el aire acondicionado a tope, pueden darnos un “golpe de calor” que nos tumbe sin casi darnos cuenta. Uno de los primeros síntomas de deshidratación es el cansancio, pero puede llegar a producir dolores de cabeza, mareos e incluso pérdida de conocimiento, vómitos, vértigo, etc.
La media más importante para evitar todos estos males es beber con frecuencia aunque no tengamos sed. Según los especialistas, cuando aparece la sensación de sed es que el organismo ya ha empezado a deshidratarse, por lo que hay que beber antes. Pero, además, hay que evitar la exposición al sol durante horas, ya que el cuerpo va calentándose de forma paulatina hasta que no puede más. Al salir a la playa o la montaña, especialmente si tenemos previsto realizar ejercicio físico, conviene hacerlo en las horas más frescas del día y dejarlo en cuanto nos sintamos cansados. De hecho, el cuerpo es muy sabio y la apatía que sentimos está provocada para que moderemos la actividad física. Aunque a veces no podemos parar, porque la vida sigue, sí es importante hacer caso a las señales físicas y tomárselo con más calma.
Intenta evitar las horas centrales del día para hacer actividades y concéntralo en las primeras horas de la mañana o, incluso, a última de la tarde. Evita también los cambios bruscos de temperatura, especialmente al entrar o salir de lugares con el aire acondicionado a tope. En casa no lo pongas fuerte, no se trata de ir con pijama a la cama sino de estar más frescos que en la calle.
¡Al coche!
Uno de los mejores inventos es el aire acondicionado del coche, pero no lo resuelve todo. Si vas a hacer kilómetros llévate siempre una nevera con agua y bebidas frescas, bocadillos, galletas o frutos secos. Aunque tengas previsto parar en el próximo Parador Nacional, cada dos horas como mucho es mejor detenerse y tomar un bocado, beber, estirar las piernas, etc. Si sales de madrugada, para a desayunar. Si coges el coche tras una comida o cena abundante, espera un rato y date un paseo o haz una mini-siesta. Y no conduzcas si has tomado alcohol.
Sin embargo, no todo el mundo está de vacaciones y no todas las empresas comprimen su horario laboral para hacer más ligera la estación. Tampoco el aire acondicionado está implantado por igual en domicilios y empresas. Algo que se hace evidente al observar a quién afectan las olas de calor: a las personas de edad, los lactantes, los enfermos crónicos y los trabajadores que realizan tareas físicas duras, especialmente en el exterior. Y es que la tolerancia al calor disminuye con la edad, pero también se ceba en los más pequeños que no tienen aún maduro su sistema de transpiración. También se sabe que las mujeres soportan peor el calor que los hombres, que sudan más, así como que el embarazo, la obesidad y la delgadez extrema, la diabetes, la insuficiencia renal, y las enfermedades del sistema cardiovascular y de las vías respiratorias reducen la resistencia al calor. También la ingesta de algunos medicamentos (antihistamínicos, antidepresivos, barbitúricos, antiparkinsonianos, etc.) y el consumo de alcohol pueden disminuir la tolerancia a las altas temperaturas.
Hay que intentar adaptar horarios para sobrellevar el calor: levantarse más temprano, acostarse más tarde y optar por la siesta al mediodía; aligerar las comidas y evitar los guisos con salsas y muy especiados; usar ropa de colores claros que no absorban la radiación solar, de fibras naturales que permitan la transpiración y holgados para permitir que el aire circule libremente alrededor del cuerpo, con lo que se logra un efecto refrescante; refrescar el cuerpo a menudo con agua (duchas, baños, lavados…) o con cosméticos refrescantes; evitar las exposiciones solares en las horas de mayor radiación, especialmente en casos de riesgo (niños, ancianos, embarazadas, etc.); optar por lugares frescos y a la sombra; en los pies, nada como las sandalias, especialmente ahora que se puede ir de ejecutivo con ellas sin pegar el cante, y no obligar al cuerpo a realizar ejercicios extremos. Acostúmbrate a llevar la botella de agua en el bolsillo y bebe. Si haces ejercicio físico has de obligarte a beber cada diez minutos. Y no te canses. Piensa que pasa rápido y tómatelo con calma, el verano es para disfrutarlo, a poder ser, fresquito.
7 Consejos para no deshidratarte
1.- Reconoce cuando te falta agua. Los síntomas de falta de agua son: sensación de sed, incomodidad, irritabilidad, debilidad, dolor de cabeza, mareo, calambres musculares, náuseas, vómitos. En cuanto aparece la sensación de sed hay que beber, porque de hecho ya es tarde.
2. Antes de sudar, bebe. En verano se pierde más agua de la cuenta, por lo que hay que beber constantemente. Beber más no te hará sudar más.
3. Hidrátate durante el ejercicio físico. Si haces deporte sudas más. Si en condiciones normales de ejercicio físico hay que beber entre 200 y 300 ml de líquido cada 10 ó 20 minutos, en verano o con entrenamiento duro esto hay que aumentarlo.
4. Bebe después. Después de hacer deporte también hay que beber para recuperar lo perdido. Mejor una bebida que incluya agua, sales minerales e hidratos de carbono.
5. Más en lugares húmedos. La humedad de ciertas instalaciones (piscinas, gimnasios) o la playa dificulta la evaporación del sudor, que “cae” a gotas, con lo que el cuerpo se “enfría” con dificultad. En estos lugares hay que beber en abundancia.
6. Añade sal. A veces es conveniente añadir algo de sal a la bebida para recuperar las sales perdidas y evitar calambres. Además, la sal estimula a beber más.
7. Bebe más, aún más. Aunque no tengas sensación de sed, te parezca que estás bien, que no sudas demasiado o que ya has bebido hace un momento, no te fíes de tus sentidos y bebe con regularidad. La deshidratación en verano es frecuente y a menudo pasa desapercibida hasta que nos encontramos mal, pesados, de mal humor o con migraña sin saber por qué. No es el sol, sino la falta de líquido.
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