Hoy es nuestro día y por ello queríamos tratar un tema que influye poderosamente en nuestras relaciones laborales y en nuestra vida cotidiana: la trampa de la niña guapa y la niña fea.
Seguro que muchas de vosotras recordáis cuando erais pequeñas y hacíais alguna travesura, o llorábais, o queríais alguna cosa con energía. En esas ocasiones se nos decía que las niñas malas son feas. Por contra, las niñas obedientes, calladas, hacendosas, incluso sumisas, son guapas. Parece una tontería, pero no lo es porque queda tan grabado en nosotras que durante toda la vida esperamos ser guapas o estar guapas para que los demás nos acepten y nos quieran.
Así, cuando crecemos tenemos miedo de ser juzgadas de antipáticas, contestonas, con mal genio, malhabladas, feas. Porque cuando las niñas somos malas somos feas, y ninguna de nosotras quiere serlo.
Como siempre decimos en belleza activa, la belleza es un puntal de la autoestima. Aunque ser guapa no es cumplir con los cánones de belleza establecidos. Y ahora somos adultas y a todo podemos darle la vuelta.
Para la mayoría de nosotras ser guapa, o estar guapa, nos identifica como mujer. Y aquí se nos puede tachar de frívolas, pero da igual, no pretendemos ser políticamente correctas sino sencillamente decir las cosas por su nombre. Porque, desde pequeñitas, lo importante es que seamos guapas:
- si somos buenas niñas, dulces y atentas, somos guapas
- si aceptamos lo que nos dicen y hacemos caso a papá y mamá (y a la maestra, el jefe, el marido, etc.), somos guapas
- si cumplimos con todo aquello que se espera de nosotros, somos guapas
- pero si por el contrario nos rebelamos, lloramos, exigimos, contestamos mal o no hacemos lo que nos dicen somos feas. Y a una niña fea nadie la quiere
Es un mensaje que interiorizamos sin darnos cuenta pero que marca nuestra vida como mujeres. Es por ello que para evitar el rechazo, la falta de aprobación o cualquier conflicto con los demás, y especialmente con nuestra niña interior tan buena y tan guapa ella, nos esforzamos en ser guapas a los ojos de todo el mundo.
Pero somos adultas, y esto nos permite ser conscientes de que ser guapa tiene que ver más con aceptarse una misma que con cumplir determinados cánones de belleza. Suena bonito, pero a veces no es fácil. La presión, exterior e interior, es fuerte y puede llegar a agotarnos.
No hay que rendirse. Al contrario, por eso os animamos siempre desde aquí a cuidar vuestra belleza. La vuestra, no la que marca nadie. Centrarse en una misma, tomar distancia y tiempo para decidir qué es lo importante y qué no, cuidar de ti, de tu cuerpo y tu cabeza, descansar lo suficiente, aprender cosas nuevas, disfrutar de y con tu pareja, con las personas que quieres, estar sola… Es necesario para conocerse más y decidir qué camino tomar.
Un último consejo: cortemos con esta trampa y que nuestras hijas no oigan nunca más que las niñas malas son feas. Al contrario, reforcemos su autoestima diciéndoles lo hermosas que son. Igual que los niños. Porque tod@s son guapísim@s y tenemos que enseñarles nosotr@s a cuidarse.
¡Feliz 8 de marzo a tod@s!
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