Higiene muy íntima

Evans

Evans

Los genitales, tanto masculinos como femeninos, requieren cuidados y cosméticos diferentes del resto del cuerpo. A la mujer se le suele enseñar a mantener una higiene diaria de su pubis, mientras que al hombre no se le suele contar nada porque “como ya se lava en la ducha”. Pero ambos pueden tener problemas por culpa de un exceso, una falta o una incorrecta higiene.

La piel contiene un ecosistema beneficioso e imprescindible para la salud, aunque frágil y expuesto a continuos ataques, a menudo por un exceso de celo. Este es el caso de la zona vulvar y el pene, donde la frágil flora microbiana se ve a veces atacada por una limpieza excesiva o inadecuada.

Es importante cuidar esta zona como es debido, es decir, con una correcta higiene y conociendo muy bien cómo es y qué necesita.

Ellas

La vagina tiene sus propios sistemas de limpieza, entre ellas el ácido láctico de su flujo vaginal, que mantiene el pH ácido de la piel de esta zona. Como sabemos, la piel tiene un pH de 5,5 y en esta zona concreta aproximadamente de 5,8. El jabón más adecuado para lavarnos es el más parecido a este pH. Hay que pensar que un jabón neutro se sitúa en un índice de 7, uno ácido está por debajo del 6,5, mientras que por encima del 7,5 es alcalino y nada recomendable para la piel, ya que altera el manto ácido que contiene la flora.

El uso de jabones alcalinos es a menudo la causa de infecciones y molestias vulvo-vaginales como el prurito (picor) y la sequedad, que representan el 20% de las consultas ginecológicas.

Para evitar estas situaciones sólo hay que seguir unas normas básicas de higiene diaria, como usar un jabón de pH 5,5 sin aditivos (perfume, desodorante, desinfectante, etc.). También hay que evitar el uso de esponjas o guantes y lavar la zona directamente con la mano, durante la ducha diaria, siempre primero la zona genital y después la anal. No es necesario lavar más de una vez al día esta zona, ni realizar baños de asiento, ni lavar «por dentro» la vagina, a no ser que exista algún problema y el médico indique lo contrario. Esto, evidentemente, cambia en el caso de mantener relaciones sexuales: lavar la zona antes y después de una relación, con o sin coito, ayuda a evitar posibles contagios y facilita la práctica de diferentes técnicas sexuales. Después de lavar, es conveniente secar bien la zona con una toalla limpia para evitar la humedad.

Conviene evitar el uso continuado y diario de compresas y prendas muy ajustadas, como medias, pantalones o fajas, y usar ropa interior de algodón que facilite la transpiración, ya que el oxígeno es una de las formas naturales de combatir la proliferación bacteriana. Asimismo, el uso del papel higiénico desde la vulva hacia el ano (de delante hacia atrás) evitará que los hongos presentes en el intestino puedan infectar la zona.

Los especialistas advierten que a menudo no es una falta de higiene la causante de problemas como la irritación (prurito) y la sequedad, u otras más graves como las infecciones por levaduras (hongos), sino justamente el exceso de celo en la higiene. Además, también pueden producir estos y otros síntomas los cambios hormonales (por la ingesta de anticonceptivos, un embarazo, la menopausia, etc.), el consumo de antibióticos (que afectan la flora intestinal y también la vaginal), la diabetes o el estrés. Todo esto y más puede producir alteraciones de la flora microbiana. Por ejemplo, una de las infecciones más comunes y que afecta al 75% de las mujeres en algún momento de su vida, la candidiasis vaginal, no es más que la proliferación de un hongo (“candida albicans”) presente habitualmente en la zona y que prolifera al disminuir las bacterias que controlan su crecimiento por una alteración de la flora vaginal. Alteración que puede producirse por la ingesta de antibióticos o el estrés, por ejemplo. En estos casos, es imprescindible acudir al médico para que prescriba el tratamiento adecuado, ya que la candidiasis además de molesta es altamente contagiosa.

Restituir el pH vulvar puede a veces frenar problemas que se encuentran en su fase inicial. Los baños de asiento con productos que restituyen la acidez (bicarbonato, povidona yodada, vinagre) pueden reequilibrar la flora afectada y, a la vez, calmar los síntomas. Otra forma es aplicar ácido láctico, que encontramos en diversos cosméticos específicos para la higiene íntima, así como en el yogur. Sin embargo, no es adecuado lavar la zona varias veces al día con jabones agresivos ni usar desodorantes en aerosol, así como polvos o aceites de baño. Tampoco son indicadas las duchas vaginales ni el agua excesivamente caliente, ya que lo único que se consigue es alterar aún más la mucosa.

Es importantísimo que conozcamos bien nuestro cuerpo, tanto las mujeres como los hombres, y concretamente nuestros genitales.

Saber cómo huelen, cómo es su flujo, conocer cómo varía a lo largo del ciclo, etc. nos ayuda a detectar cualquier alteración y, por tanto, un posible riesgo. Además, nos proporciona una valiosa información sobre nosotras mismas, sobre cómo estamos, sobre nuestra fertilidad o el porqué de un repentino cambio de humor.

Ellos

Evidentemente, los hombres también tienen flora, en los genitales y en el resto de la piel de todo el cuerpo, con bacterias, hongos y demás. Por ello, no conviene usar un jabón excesivamente agresivo, sino uno de pH 5,5 y, como las mujeres, sin aditivos como perfume, desodorante, desinfectante, etc.

Los hombres no circuncidados, es decir aquellos que conservan el prepucio entero, deben limpiar éste y el glande con regularidad, retirando la piel hacia atrás durante la ducha y lavándolo cuidadosamente. De no hacerlo, los aceites cutáneos y células muertas de la piel se acumulan en torno a la base del glande y se convierten en una sustancia blanca muy olorosa, con aspecto de queso o yogur, que lo único que indica es falta de higiene. Los hombres cuyo prepucio ha sido cortado todo o en parte no tienen este problema, aunque deben lavar igual sus genitales a diario en la ducha. Las reglas, las mismas que en el caso de las mujeres: lavar con la mano y usar sólo jabón de pH 5’5. Antiguamente se creía que circuncidar evitaba las infecciones urinarias, ya que al cubrir el prepucio el glande se favorece la acumulación en su base de restos de fluidos, orina, semen, etc. Hoy se sabe que sólo hay que lavar bien el pene para evitar la infección y se reserva la extirpación quirúrgica del prepucio a los casos de fimosis, así como a algunas prácticas religiosas, como es el caso de judíos y musulmanes.

Los genitales masculinos tienen un olor particular, más intenso que el resto del cuerpo.

No hay que pensar que “huelen mal” e intentar tapar o disimular el olor con desodorantes corporales o perfumes. Si se sigue una higiene correcta, el olor no es desagradable sino que suele ser un afrodisíaco para algunas mujeres. El olfato es un sentido irracional y el olor va directo a la parte más instintiva e íntima del cerebro. Huelen, precisamente, para atraer a las mujeres.

Respecto al olor, igual que la mujer, el hombre segrega habitualmente durante la excitación sexual un fluido pre-eyaculatorio que puede ir desde un par de gotitas hasta un verdadero chorro (algo que suele afectar a un 20% de hombres según el investigador sexual Alfred Kinsey). Se cree que este flujo, además de esperma en poca cantidad, contiene feromonas destinadas a excitar a la mujer. Es importante estar atento al olor habitual y la cantidad de este flujo para detectar cualquier cambio. Conocer los fluidos corporales propios permite saber cuando se produce una alteración que puede denotar una enfermedad sexual. Una buena forma de eliminar posibles gérmenes es orinar y lavarse los genitales antes y después de la relación sexual.

Al lavarse es importante tener presente que si los testículos están en una bolsa “aparte”, el escroto, es por razones físicas importantes: su temperatura debe ser inferior a la del cuerpo en un par de grados para favorecer la producción de esperma. Es por ello que al lavarse no hay que hacerlo con el agua excesivamente caliente. Esto es importante tenerlo presente, padres y madres, al bañar a los niños. También las prendas de ropa excesivamente ajustada perjudican su salud.

La ropa holgada es la más indicada para la salud de esta zona, de algodón o fibras naturales que permitan la transpiración.

También por cuestión de temperatura no es conveniente depilarse esta zona con cera caliente, aunque puede hacerse perfectamente con otros métodos como la cera tibia, la fría o incluso el láser. Pese a que éste también produce un efecto calor, se asegura que está comprobado que no causa esterilidad. Sin embargo, es importante tener en cuenta que es una zona de piel delicada y siempre es mejor hacerse una prueba previa para evitar edemas (quemaduras). En el caso de decidir realizar tatuajes o piercing en el pene o los testículos, hay que recordar que hay que extremar la higiene y las precauciones y curarlos a diario tras hacérselos, ya que tardan meses en cicatrizar de forma definitiva. Lo mismo sirve para las chicas. Además, los piercing pueden provocar sangrados al mantener relaciones sexuales, por lo que hay que ser muy cuidadoso con la higiene para evitar infecciones.

Enfermedades sexuales, no corras riesgos

Las enfermedades de transmisión sexual (ETS) son más frecuentes de lo que puedas creer. Hay que estar atento a las señales de alarma y las pequeñas alteraciones en los genitales, ya que son tratables especialmente en las primeras etapas. Una de las ETS más comunes, por ejemplo, es la uretritis no específica, que produce ardor leve al orinar y secreciones en el pene. En las mujeres se denomina infección genital no específica y no suele presentar síntomas a no ser que haya complicaciones mayores, como sangrados vaginales. Se cura con antibióticos como cualquier otra infección, pero si no se trata puede provocar esterilidad en ambos sexos. Es sólo un ejemplo de ETS, pero acude siempre al médico si notas alguno de estos síntomas:

Si se diagnostica una ETS hay que abstenerse de mantener actividad sexual y tratar a ambos miembros de la pareja o a las personas con quien se tenga o haya tenido contacto sexual de forma habitual.

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