Descubre si eres uno de los ganadores del Concurso Cacharel de relatos breves: explícanos tu primer beso

Amor Amor, de Cacharel

Cacharel

Qué mejor día para recordar el primer beso que el de San Valentín. El de los enamorados.

Durante todo un mes tod@s nuestr@s lectores han podido recordar su primer beso y nos lo han hecho vivir a todos en primera persona gracias al Concurso Amor Amor de Cacharel de relatos breves: explícanos tu primer beso. Hoy te desvelamos el nombre y los textos de l@s ganador@s. Pero si no has participado con ningún relato no pares de leer. Descubrirás unas tiernas y en ocasiones muy divertidas historias que recuerdan el primer beso.

Ah, por cierto, si nos estás leyendo el día 14 de febrero, ¡Feliz día de San Valentín!

Tenemos que reconocer que los días transcurridos entre el 14 de enero y el 12 de febrero nos han hecho dibujar una dulce sonrisa. Pero también tenemos que reconocer que estos dos últimos, en los que teníamos que escoger los textos ganadores, han sido para Isabel Zancajo, responsable de comunicación de la marca Cacharel, y para nosotras muuuy difíciles. Vuestros textos son fantásticos y ha sido difícil escoger. No obstante, tenemos que agradecerle a Isabel que haya puesto a nuestra disposición ocho obsequios para premiar a 8 ganador@s.

Bien, pues sin más preámbulos vamos a lo que realmente importa, el nombre de los ganadores de Concurso Amor Amor de Cacharel de Relatos Breves: explícanos tu primer beso. Éstos son:

    1. Nerea García I.
    2. Cristina
    3. LAFB
    4. MarMi
    5. Filomena
    6. Albasweee
    7. Fco. Manuel Marcos Roldán
    8. Carmen P.
Y estos son sus textos…
Nerea García I.

Nunca me había parado a pensar por qué allí, por qué así, cuáles son las circunstancias que hacen que tu primer beso, algo que recordarás toda tu vida, sea así y no de otra manera. En mi caso fue una fría noche de Enero. Paseando por aquel parque, mi cuerpo se estremecía. Tal vez por el frío o quizás por nuestras manos cogidas, por esa sensación inexplicable cuando sabes que se acerca el momento que lo cambiará todo, cuando parece que la persona empieza a formar parte de ti. Cuando la ilusión y las ganas se dibujan en tu rostro.
Fue entonces cuando nos detuvimos, junto a una farola. Sus ojos negros se clavaron en los míos, que le correspondían. Y así dulce y silenciosamente, solo con una mirada, nuestros ojos se besaron. Beso al que de inmediato siguió otro. Su mano se enterró en mi pelo, en una de esas caricias que nunca se olvidan, y creo que la Tierra se paró un instante mientras sus labios se posaban en los míos. De pronto el calor me asaltó, diría que caí lentamente a un pozo, pero en realidad me pareció volar alto, hasta juraría que toqué una estrella con mis propios dedos.
No sé cuánto duró ni puede saberlo entonces, solo sé que deje de ser yo para ser nosotros.
Aun hoy cuando miro el cielo de Madrid, y sus pocas estrellas, recuerdo cómo me estremecí ante aquel beso, cómo me sentí única, afortunada, feliz… Nunca olvidaré cómo me tocó el amor por primera vez, porque no fue una sutil caricia sino un tierno y valiente beso.

Cristina

Mi primer beso fue inesperado y lleno de música a la vez. Yo vivía en un piso de estudiantes y él en la parte antigua de la ciudad, sólo, en una casa muy antigua de dos plantas que tenía una escalera de caracol de cantería que me fascinaba . Me encantaba ir a su casa y que me enseñara sus libros, música, fotos, etc…., creo que ese espacio rancio tenía magia y nos envolvía a los dos.
Nos llevábamos muy bien, compartíamos pasillos, risas,confidencias, etc…sólo sé que siempre que coincidíamos nuestra sonrisa era un duetto de la más alta calidad tímbrica.Me gustaba encontrármelo, era un deseo continuo. Un día, después de llamarle por teléfono y buscar alguna escusa que me llevó algo así como tres cuartos de hora, decidí ir a retomar nuestra conversación cara a cara. Quedamos en la plaza mayor, en el extremo de unas escaleras desde las que se ve el trasiego de gente a todas horas. Siempre fue entretenido sentarse en todo lo alto para observar el ambientillo, era como ver cine. Apareció allí y charlamos de nuestras cosas en un ambiente relajado hasta que llegó la noche.Estaba contando su viaje del verano al sur de Africa, me encantaba escucharle cómo narraba sus experiencias y yo alucinaba con todo lo que había vivido y lo que sabía de cualquier tema. Tenía que notarlo en mis ojos. Pero lo mejor fue que llenó mi vida de música y ese día de un gran beso que me hizo transportarme a la película más pastelosa que me vino a la mente en ese momento. Nunca me habían besado.Noté que temblábamos los dos. No sería una historia tan emocionante si él no fuera un profesor del Conservatorio y yo una alumna y nos lleváramos 10 años. Qué bonito recordarlo y escribirlo por primera vez, como aquél beso.

LAFB

El primer beso de amor verdadero, aunque muchos no estéis de acuerdo conmigo, no se vive hasta que tiene un hijo, y te da un beso puro, sincero, inocente, que llena de amor tu corazón, que te hace sentir realizado como persona en esta vida, y que hace que todo esfuerzo sea pequeño para tan enorme recompensa.

MarMi
Mi primer beso fue absolutamente inolvidable y me dejó, literalmente, conmocionada.
Me tengo que remontar a la época del instituto: 17 años ¡está claro que no fui una chica precoz!
No he sido nunca especialmente guapa ni resuelta, así que cuando a mayor parte de mis amigas ya había tenido la experiencia de besar a chicos yo aún no lo había hecho y, para qué negarlo, empezaba a pensar que ya tocaba…
La situación fue la siguiente: clase de educación física, calentamiento corriendo por el perímetro exterior del instituto, un chico de clase al que yo sabía que hacía tiempo le interesaba y que a mi también me gustaba un poco me alcanzó en la primera vuelta y nos fuimos rezagando hasta quedar los últimos. Yo me paré a propósito para hacer que me ataba bien los cordones y él se paró conmigo. Me agaché, él también lo hizo, y cuando levanté la cabeza me estaba mirando y nos besamos de una manera muy natural, y con bastante torpeza por mi parte, para qué negarlo.
Yo me quedé tan sorprendida de lo que había pasado que al iniciar de nuevo la carrera iba tan aturullada que no vi el poste que tenía delante, volví la cabeza hacia la derecha y el golpe fue tan tremendo que terminé en la casa de socorro con una pequeña brecha y un chichón de campeonato.
Por supuesto que tuve todos los “síntomas” de lo que se dice que debe suceder después de un beso de amor: me temblaron las piernas, vi estrellitas, me sentía mareada… solo que en mi caso fue producto de la fuerza con la que mi parietal chocó contra el poste y no solo de la emoción. Para colmo aquello le sirvió a mi compañero para difundir una batallita en la que yo quedaba como una boba…
En fin, pronto vinieron otros besos menos “memorables” pero mucho más agradables y el primero quedó como una pura anécdota. Aunque, ahora que lo pienso ¿habré sido yo la que besó al sapo? Por cierto, del batracio he olvidado hasta el nombre pero sigo teniendo la cicatriz de la brecha así que, finalmente, resultó ser un beso inolvidable (y un poco resentido en el más amplio sentido de la palabra).
Filomena

Mi primer beso fue entre jazmines y lirios, en el jardín de la casa de mi abuela, un verano que pasé con ella en el sur.
Conocí a un chico interesante, introvertido, tímido… y me enamoré. Compartimos un mes de aventuras en la playa, entre las rocas, haciendo excursiones… y creo que él también se enamoró.
Una mañana vino a verme, con lágrimas en los ojos porque se marchaba inesperadamente: sus padres habían discutido y volvían a la ciudad. El corazón me dio un vuelco, sentí que mi estómago se encogía y que mi mundo se cerraba…
Pero él me acarició la mejilla, me dijo que siempre estaría en su corazón y en su pensamiento, que nuestras vidas volverían a cruzarse… entonces me besó, y millones de mariposas salieron volando de mi estómago, la presión desapareció, y mi mente se quedó en blanco durante unos segundos.
Al respirar tras el intenso beso, el olor característico de los lirios y los jazmines del jardín entró por mis fosas nasales, y me sentí en paz, mi primer beso había sido tan intenso que nunca se borraría de mi recuerdo.
En la mesita del centro, un frutero con mandarinas y naranjas desprendía sus aromas, haciendo el conjunto inolvidable, intenso como mi primer beso de amor, amor de verano, mi primer amor.

Albasweee

Tan sólo tenía catorce años, pero lo recuerdo como uno de los momentos más mágicos que he vivido. Entonces era ingenua y muy enamoradiza, y quería ser mayor. Siempre que salía a la calle robaba unas gotas del perfume de mi madre, que casualmente era y es Amor Amor de Cacharel, eso me hacía sentirme deseada y mayor. Recuerdo a un chico rubio de profundos ojos azules y sonrisa encantadora como ninguna, me gustaba mucho y soñaba que estaría con él toda mi vida. Una tarde me vino a recoger a casa, estaba arreglado y llevaba una funda de un instrumento en la espalda. Me llevó a un muro derribado desde el cual se podía ver un paisaje precioso durante el atardecer. Sacó de la funda su saxofón y me tocó una canción que me encanta de la pelicula de La misión. Yo me quedé atontada con el encanto del momento, me sentí la chica más especial de la tierra. Se acercó a mi nuca y me dijo lo bien que olía. Y en ese instante me demostró de la mejor manera posible que le gustaba. Me besó en los labios, y ese beso se hizo eterno. Eterno en su momento y en mi memoria.

Fco. Manuel Marcos Roldán

De como el primer beso sigue a otro

La cena fue distendida durante más de media hora, hasta que el cruce de miradas nos hizo evadirnos de la conversación. Intuí que algo no iba bien, cuando comenzó a mirarme la solapa de la americana. Después dirigió la mirada al cuadro que tenia tras de mí, de forma tan efusiva que tras mirarla varias veces le pregunté qué ocurría. Ella movió la cabeza negativamente mientras comía el pato a la naranja que habíamos pedido, junto a un buen vino de mesa. Al verla insistente me giré y vi colgado en la pared “La noche estrellada “de Van Gogh, una de esas copias baratas que reproducen sus conocidas obras valoradas en millones de euros. Sonriente volví a girarme queriendo tener una respuesta que me aclarase lo que ocurría. Con cara de cierto escepticismo y algunas gesticulaciones faciales comenzó a deshacer el encanto en el que aparentemente nos habíamos introducido. Mi reacción no tardó en llegar, al preguntarle que demonios ocurría. Entonces levantó las cejas un par de veces y tocándose el cuello, hizo el gesto de limpiarse. Ruboricé al entenderlo, un gesto inequívoco de suciedad, por lo que cogí la servilleta y mirándome el pecho pude comprobar que la mancha se había extendido no solo a la solapa, sino a la camisa. Ella sonrió al ver mi reacción, enfatizando en esa postura cómica de desconcierto. Yo sin embargo no pude contener la risa que disparé a bocajarro diciéndole que no era tan desastroso, que era más apañado de lo que podía llegar a imaginarse, y que no se quedara con esta impresión de no enterarme de las cosas, que debía haber sido más explícita. El resto de la noche transcurrió sin demora y con el gesto inocuo que nos llevó a parodiar lo ocurrido.
Al salir nos despedimos dirigiéndonos a nuestros coches respectivos, al darnos la espalda reculé los pasos. Yo la acompañé hasta el suyo (que menos que tener ese detalle caballeroso), y a medio camino extendió su mano entrelazándose a la mía. Me supo a miel el roce de su piel, una excitación intensa me electrificó hasta subirme por la columna un latigazo de energía que fluyó a través de mis ojos. Ella notó rápido esa sensación al decirme que desprendía luz por ellos. Estuve contenido en las palabras al quedar invadido por ese primer contacto de manos. Mi reacción fue estrechársela aun más. Al hacerlo detuvimos los pasos sincronizados como el engranaje de un perfecto mecanismo de relojería, nos pusimos cara a cara y ella elevándose de puntillas acercó sus labios. Fue un acto tan sublime, que derretido caí entre sus brazos, no había probado una miel tan dulce, y sintiéndome levitar me agarre a tu torso sintiendo el palpitar de nuestros corazones. Este es mi primer beso, me dijo, tengo más guardados para ti, ¿los quieres?. Por supuesto, le contesté, y armado de valor acabé diciéndole; en casa tengo un cuadro de Van Gogh el de “Los girasoles”, si quieres te lo enseño. Así lo hicimos. El paseo por casa viendo el arte que tenía colgado en las paredes no fue tan bello como lo que acabó ocurriendo esa noche. Todo por un beso inocentemente buscado, en la cumbre del deseo del amor. El resto de besos fueron únicos, como el amor que nos profesamos reavivándolo sin estrecheces, como si fuera el primer beso de toda una vida. Probadlo, es magnífico.

Carmen P.
Es cierto, el primer beso no se olvida…
A él, a Fabián, le conocía desde siempre. Sus padres eran andaluces y vinieron a vivir a mi pueblo, a mediados de los años 60. Él ya nació allí ,el día de Reyes, y yo nací 14 días más tarde y por eso crecimos casi juntos. Recuerdo que SIEMPRE estaba con él: yo merendaba en su casa (¡ahí me aficioné al pan con aceite!), él venía a ver la tele a la mía (Los Chiripitifláuticos, ¿alguien más lo recuerda?), salíamos a ver el rebaño que cuidaba su padre y a dar biberones a los corderos recién nacidos o nos colábamos en las cuadras para ver a mi padre, el veterinario del pueblo, atender a los animales, íbamos juntos a la escuela… En fin, que compartíamos todo nuestro tiempo hasta que me enteré de que a mi padre le había dado otro destino y nos íbamos. Cuando me lo dijeron yo les planteé muy seria que me quedaba a vivir con Fabi y que ya iría a visitarles en verano pero, evidentemente, unos meses más tarde tocó despedirse.
No se me olvida la escena.
En la era que estaba frente a mi casa había un camión de ganado en el que iban todas nuestras cosas y mi padre metía unas maletas en nuestra furgoneta Dyane 6 ¡alta tecnología!. Fabi y yo estábamos sentados en el poyo de la puerta sin hablarnos y cuando ya nos íbamos a marchar me cogió de la mano, me llevó al portal y me dio un beso: un besín más bien, en los labios. Luego sacó del bolsillo la carta que a mi más me gustaba de una de aquellas barajas de familias con las que jugábamos en la época, la niña esquimal, y me la ofreció. Yo la cogí, él se dio la vuelta y se marchó. Me quedé conmocionada: por un lado me daba mucha pena, pero por otro estaba encantada con el beso y el regalo. El resto del viaje lo hice llorando, durmiendo y vomitando.
Evidentemente no fue el mejor beso de mi vida pero no estuvo nada mal teniendo en cuenta que era el verano del 72 y teníamos 6 años.
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