Tanorexia y tanofobia, cuando la relación con el sol se convierte en una obsesión

Tanorexia

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Tendidas en la playa, completamente bronceadas, dan una y otra vez la vuelta buscando absorber al máximo el sofocante sol. Son las primeras en llegar y las últimas en irse. Su color moreno se mantiene a lo largo de todo el año porque no permiten que se reduzca un ápice. Sufren tanorexia (por tan, bronceado en inglés), una adicción que tiene similitudes con la anorexia. La diferencia es que, en lugar de verse gordos, los tanoréxicos consideran que su piel nunca está lo bastante bronceada. Pero no son los únicos en tener una relación extraña con el astro rey. En el otro extremo se sitúan los personas que sufren tanofobia, personas que tienen pánico al sol y que llevan al extremo la fotoprotección.

Los dermatólogos alertan de que la relación de algunas personas con el sol no es la adecuada y se están produciendo dos tipos de enfermedades o adicciones que tienen más que ver con la mente que con la piel. Se trata de la tanorexia u obsesión por el bronceado y la tanofobia o miedo irracional al sol.

Tanorexia y tanofobia

La tanorexia es «el deseo compulsivo de estar moreno todo el año es absolutamente insano», explica el Dr. Julián Conejo-Mir, Presidente de honor de la Asociación Española de Dermatología y Venerología (AEDV) y jefe de este servicio en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. “Se trata de un trastorno dismórfico corporal” parecido a la anorexia (obsesión por estar delgado), la vigorexia (obsesión por estar en forma), etc.”

Pero Conejo-Mir alerta que no hay que caer en el otro extremo. La tanofobia es una enfermedad más nueva que la anterior y la padecen las personas que están obsesionadas con la fotoprotección. Según el dermatólogo no tomar el sol es también un peligro: “si no lo tomamos nada de nada aumentamos el riesgo de déficit de vitamina D, y éste puede producir cáncer de colon, mama y próstata”. Sin embargo, no es necesario tenderse al sol durante horas para conseguir sus beneficios: “bastan diez minutos al día. Sobre todo la gente mayor y aquella que pasa el día encerrada sin ver la luz solar. Es la única forma de que se sintetice y pase de pro-vitamina D a vitamina D”. Según el dermatólogo, “tanto insistir en los peligros del sol, quizás estemos actuando inadecuadamente, sobre todo entre la tercera edad, ya que les estamos privando del resto de los efectos beneficiosos de las pequeñas dosis de rayos UVA”.

¿Sufro tanorexia?

¿Cómo diferenciar entre un tanoréxico y alguien a quien simplemente le gusta tomar el sol? La diferencia se encuentra en la ansiedad y la frustración que sienten estas personas cuando no pueden broncearse cuando y cuanto quieren, lo que les lleva a exponerse continuamente  al sol o a los aparatos de rayos ultravioletas (UV). Es lo que se denomina un trastorno dismórfico corporal, es decir, la persona no se ve a sí misma como realmente es y realiza una serie de acciones para modificar su cuerpo hasta conseguir la imagen deseada, en este caso tomar el sol para estar aún más moreno.

Los tanoréxicos, además, tienden a ser asíduos de las cabinas de rayos UVA. “Una sesión de 7 u 8 minutos equivale a un día entero de sol. Lo peor es que quien se da rayos suele ir varias veces por semana, lo que al final es mucha radiación”.

El perfil de la persona que sufre tanorexia es el de una mujer de entre 25 y 40 años, aunque se produce a muchas edades y cada vez afecta a mujeres más jóvenes. En la raíz del trastorno existe una componente social, ya que el bronceado es sinónimo de salud en nuestra sociedad.

El bronceado en la historia

Hacer buena cara es tener un tono de piel bronceado, mientras que la palidez se asocia a la enfermedad. Una idea que se inició a principios del siglo pasado, ya que hasta entonces, y aún hoy en muchas culturas, la piel bronceada se identificaba con las personas que vivían en el campo y debían trabajar «de sol a sol», por tanto las clases bajas, y las pieles blancas correspondían a las clases altas y ociosas. La palidez se apreciaba especialmente entre las mujeres. Solo hay que pensar que las princesas de los cuentos suelen ser blancas como la nieve. Cuando a principios del siglo pasado se asoció el tomar el sol con la cura de algunas enfermedades (como la tuberculosis), y la nobleza y la burguesía comenzaron a hacer vacaciones, se fue asociando la imagen de piel bronceada con la de una persona sana y económica o socialmente bien situada. Concepto que aún sigue vigente pese a las campañas de los dermatólogos pra alertar de los peligros del sol.

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