Descamación en las mejillas, manos ásperas, piel tirante e incómoda… Estamos en invierno y la piel tiene frío. Y sed. Las bajas temperaturas pueden combatirse con calefacción y ropa adecuada. Pero este bajón en los termómetros tiene un efecto secundario: bebemos menos líquido. Además, en esta época del año la piel se ve sometida a cambios constantes muy rápidamente, no sólo por la diferencia de grados entre el exterior y el interior sino, sobre todo, por el nivel de humedad. No tiene tiempo de adaptarse tan rápidamente y se desorganiza. Resultado: aparece la deshidratación. Necesita beber, pero muchas veces nos olvidamos.
Aportar líquido a diario al organismo es imprescindible también en invierno. No sólo agua. Refrescos, infusiones, caldos, zumos, lácteos… Todos hidratan. Todos suman para alcanzar esos dos litros que los especialistas recomiendan beber a diario para mantener el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. Y nuestra piel.
A menudo nos sorprendemos cuando, tras la ducha matutina, comprobamos cómo nuestra piel absorbe rápidamente la loción corporal. Está sedienta. Seca, deshidratada. Y nos extraña porque mantenemos la misma rutina de limpieza que el resto del año. ¡Y ahora está más tapada! ¿Cómo puede ser que la piel esté seca? La respuesta es sencilla: estamos ingiriendo menos líquido. Con el frío parece que no apetece tanto beber. Y la piel, y todo nuestro organismo, se resiente.
Consumir infusiones, refrescos, zumos, lácteos, caldos, etc. ayuda a que la cantidad de líquido ingerido sea la adecuada para mantener los niveles de hidratación
Está comprobado científicamente que cuando tenemos sed ya se ha producido la deshidratación. Se calcula que ésta se produce cuando perdemos el 1% del agua corporal. Una pérdida del 2% altera la capacidad de concentración y toma de decisiones, el tiempo de reacción, la resistencia, la habilidad y la precisión, y a partir del 5% se puede producir aceleración del ritmo cardiaco, apatía, vómitos y espasmos musculares. No hay que alarmarse. Sencillamente, hay que beber antes de tener sed. Algo que todos sabemos: 8 de cada 10 españoles conoce la importancia de la hidratación en la salud, aunque el 50% reconoce beber menos de las cantidades recomendadas por los expertos, según un estudio realizado en el año 2008.
¿Tengo que beber dos litros de agua?
Se aconseja beber al menos dos litros o dos litros y medio de agua al día, aunque esta cantidad debe aumentar si se realizan actividades físicas o se vive en zonas de clima cálido o húmedo. ¿Difícil? Menos de lo que parece cuando uno imagina esa botella de dos litros y medio llena. De hecho, si lo pensamos bien nos damos cuenta de que son sólo 8 o 10 vasos repartidos a lo largo del día. Y no tiene que ser solo agua.
Para conseguir beber esta cantidad, los especialistas aconsejan ingerir alimentos ricos en agua (frutas, verduras) e incluir en la ingesta total el mayor número de bebidas posible, ya que está comprobado que se bebe más cuanta mayor sea la cantidad de sabores a elegir.
Sin embargo, hay personas que aseguran que beben muy poco y, además, les cuesta mucho forzarse a ello. Y otras que tienen información incorrecta sobre el consumo de líquidos. Todos hemos oído alguna vez que «el agua se retiene», «el gas hincha» o «las bebidas azucaradas engordan». Diversos estudios recientes demuestran que estas afirmaciones no son ciertas, especialmente si el consumo es correcto. Precisamente, beber poco provoca que el organismo retenga líquidos para no deshidratarse y dificulta la circulación sanguínea y linfática, que asegura por una parte el correcto aporte de agua y nutrientes a las células y por otra la eliminación de toxinas y deshechos. Sobre las bebidas gaseosas pasa algo parecido: el gas estimula la secreción de jugos gástricos, cosa que favorece la digestión, además de aportar una sensación de saciedad, algo que se estudia desde hace unos años para conocer su posible influencia al incluirse en dietas para la pérdida de peso. El caso del azúcar es similar, ya que si bien es cierto que una ingesta excesiva de productos azucarados puede contribuir a ganar peso, la cantidad de azúcar en un refresco es mínima y, en cambio, está demostrado que tiene un efecto positivo sobre el cerebro, que se alimenta de glucosa, mejorando la atención y combatiendo el cansancio y la apatía tan propias de esta estación. De hecho, «la hidratación y su importancia dentro de las pautas de nutrición» fue uno de los temas tratados el pasado mes de octubre en el XI Congreso de la Federación Europea de Sociedades de Nutrición (FENS).
Beber suficiente líquido a diario, además de saciar la sed, mejora los niveles de hidratación, regula el buen funcionamiento de las células, favorece el transporte de nutrientes a todos los rincones del organismo, así como la eliminación de residuos y toxinas, mejora la lubricación de las articulaciones, ayuda a mantener la temperatura corporal y mantiene la piel sana y luminosa.
Aunque el agua sola no es garantía de una piel bonita. Para el cuerpo humano, la piel está a la cola de los órganos vitales y, por tanto, es el último en recibir sus beneficios. Es por ello que es necesario reforzar la hidratación de la piel con cosméticos de alta capacidad hidratante. Éstos realizan básicamente dos funciones: constituir una barrera que limita la pérdida de agua por evaporación a través de la capa córnea y fijar en el interior de las células el agua que captan. Además de estas funciones, pueden actuar contra los signos del envejecimiento, reactivar la actividad celular, nutrir, oxigenar, etc. Pero las dos primeras propiedades son imprescindibles para que un cosmético garantice la hidratación de la piel.