En verano la piel se deshidrata de forma rápida. Para evitarlo, no sólo hay que protegerla de los rayos ultravioleta con protectores solares y aplicar después aftersun: es necesario mantener unos mínimos cuidados para evitar que la piel no se altere más de lo debido y aparezcan problemas como hipersensibilidad, reactividad, alergias, etc.
La exposición al sol, las comidas condimentadas típicas del verano, los cambios bruscos de temperatura del exterior caluroso al interior frío de los aires acondicionados, incluso las emociones intensas que pueden vivirse en verano son factores que alteran la piel y pueden hacerla reaccionar de forma imprevisible y desagradable.
Las alteraciones más comunes son la tirantez propia de la pérdida de agua (deshidratación), la aparición de rojeces, descamaciones, quemazón, calor, irritación y picor.
En estas condiciones, a menudo la piel no acepta bien los cuidados habituales, como la crema hidratante habitual o las limpiadoras, ya que sus texturas pueden no estar adaptadas a las condiciones climáticas del verano. Se impone un cambio y optar por cosméticos de texturas más suaves y altamente hidratantes, como los geles, las aguas, las cremas ligeras en forma de fluido, los bálsamos e incluso las espumas, mucho más ligeras que la clásica crema nutritiva que usamos en invierno.
Para mantener la piel hidratada sólo hay que mantener unas mínimas normas:
- Beber más agua y tomar frutas y verduras frescas
- Usar productos de higiene que no resequen la piel, como jabones sin detergente (syndets)
- Escoger agua tibia tirando a fría en lugar de caliente para ducharse, ya que el agua caliente favorece la deshidratación
- No exponerse al sol sin fotoprotección
- Usar a diario cosméticos hidratantes para el rostro y el cuerpo, adaptados al tipo de piel y sus necesidades, incluso un par de veces al día si es necesario
- Evitar el estrés
Demasiado sensibles
La reactividad e hipersensibilidad de la piel es un problema que ha aumentado mucho en los últimos años. Cada vez hay más personas que afirman tener la piel sensible, y se calcula que una de cada dos mujeres se ve afectada por esta hipersensibilidad en algún momento. La razón no es una sola, ya que influyen diversos factores. Pero lo cierto es que la sensibilidad no afecta ya solo a las pieles secas, sino también a las grasas y mixtas, tanto de mujeres como de hombres.
Existen diversos factores internos que ocasionan que la piel se vuelva sensible y reactiva, como tener una piel delicada, antecedentes alérgicos o atópicos, alteraciones de la piel (cuperosis, rosácea, dermatitis seborréica…), modificaciones hormonales (ciclo menstrual, menopausia) o incluso factores afectivos como una hiperemotividad o fragilidad psicológica.
Pero también existen multitud de factores externos como las variaciones climáticas (calor, sol, frío, cambios bruscos de temperatura), la contaminación ambiental, aguas demasiado calcáreas, un estilo de vida estresante, el abuso de excitantes (café, te, alcohol), productos de higiene excesivamente agresivos, cosméticos no adecuados y algunos medicamentos.
El problema de las pieles sensibles es que si no se tratan adecuadamente, con el tiempo la reactividad cutánea aumenta y con ella los episodios de rojeces pasajeras (flushes), calor, irritación, etc. En personas de fototipo claro y en las zonas más expuestas al sol, básicamente el rostro, puede aparecer rosácea, una alteración que consiste en el enrojecimiento de la piel de las mejillas y nariz y la aparición de pequeñas venitas epidérmicas y que afecta a entre el 3% y el 10% de la población adulta, sobre todo mujeres. Los flushes repetidos pueden llegar a ocasionar una pérdida de tono vascular y una vasodilatación permanente en mejillas, aletas de la nariz e incluso el resto del rostro denominada eritrosis.
En personas de piel sensible, clara y fina, pueden aparece edemas (piel edematosa) y una dilatación permanente de los vasos sanguíneos de la superficie del rostro (telangiectasias). Es la aparición de la cuperosis, el estadio 2 de la rosácea. Hay varias causas que favorecen la aparición de la rosácea, y entre ellas destacan los factores climáticos, alimentarios y hormonales. Además, se calcula que el 60% de las personas con rosácea sufren una agravación del problema después de la exposición solar.
Para evitar llegar a esta situación es necesario observar atentamente el estado de la piel y sus necesidades, así como recordar cuál ha sido su reacción en la misma época en años anteriores. Si habitualmente la piel sufre de incomodidades en verano, es lógico que antes de iniciar la temporada estival ya se prevenga la situación con cosméticos calmantes y destinados a equilibrar la piel, disminuir su sensibilidad y reconstruir la barrera cutánea.
Cambiar las texturas es importante, pero también hay que evitar algunos activos que pueden reaccionar con el sol, como los blanqueantes o algunos retinoles, y optar por fórmulas igualmente efectivas pero más adecuadas a la época estival. En general, hay que escoger texturas ligeras altamente hidratantes, refrescantes, sin sensación grasa y con protección solar alta (SPF30) como mínimo si no va a usarse un fotoprotector.
Es importante recordar también que cuanto más hidratada esté la piel, mayor será la eficacia de los cosméticos que utilicemos y menor la cantidad de producto que se necesite, algo importante no sólo por los resultados obtenidos sino también en nuestra economía.
Pueden ayudarte
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