No hay duda, la felicidad y la tranquilidad nos sientan bien. Sonrisa radiante, mirada ilusionada y actitud positiva son el mejor trío para sacar a relucir nuestra belleza interior y exterior. Sin embargo, no siempre podemos mantener una actitud vital: la rutina nos trae pequeños problemas laborales y personales, jornadas eternas de trabajo, y un surtido de aspectos urgentes (que en realidad no lo son tanto) que consiguen que el estrés sea un estado constante. Y ese estado de nerviosismo se refleja en nuestra piel, de muchas más formas de las que te puedas imaginar. Mientras aprendemos a relajarnos, te desvelamos los efectos del estrés en la piel.
Ojeras, fatiga… la falta de sueño en el cutis
Cuanto te pasas el día sufriendo estrés, conciliar el sueño se hace una tarea complicada y eso se refleja en el rostro en forma de cansancio, fatiga, ojeras y bolsas en los ojos. Dormir bien, a poder ser las ocho horas recomendadas, es esencial para tener una energía que se proyecte del interior al exterior. Una tez cansada, sin haberse relajado por la noche, presenta una falta de luminosidad que llena el rostro, así como signos poco saludables, sobre todo, en la zona de la mirada. Como te comentamos en Dormir bien, la mejor cura de belleza, descansar bien es el mejor aliado para presumir de belleza interior y exterior, y para eso hay que controlar el estrés.
El estrés envejece y deshidrata nuestra piel
El estrés es un gran desencadenante del proceso de envejecimiento de nuestra piel, por diferentes circunstancias simultáneas. Por un lado, cuando sufrimos un período sostenido de nervios y preocupación, segregamos la hormona ‘cortisol’, que facilita la descomposición, a un ritmo más frecuente de lo habitual, del colágeno y la elastina. El ácido hialurónico de nuestro organismo también se pone en jaque con el estrés, y el proceso de regeneración celular se ralentiza, favoreciendo la aparición de arrugas y líneas de expresión. Además, los nutrientes necesarios para que la piel esté joven, sana e hidratada no acaban de llegar al cutis, y este aparece sin vitalidad.
Además, el cutis pierde energía para hacer frente a los factores externos y su barrera hidralipídica se debilita, de manera que la dermis no están eficaz en la retención de aguas y llegan la deshidratación y la tirantez. A su vez, estas dos afectaciones cutáneas enfatizan la visibilidad y aparición de signos de envejecimiento cutáneo.
Para combatir los efectos del estrés en la piel, es importante beber un par de litros de agua cada día y garantizar que nuestro cutis esté siempre bien hidratado, aplicando fórmulas con ácido hialurónico. Puedes consultar algunas propuestas en Te presentamos siete nuevos cosméticos antiedad que no te puedes perder… ¡toma nota!
Acné y enfermedades cutáneas
La aparición de espinillas y granitos en el cutis es otro de los efectos del estrés en la piel. Las alteraciones hormonales propias de un estado de ansiedad permanente provocan un desequilibrio en la producción de grasa, que favorece que aparezcan estas imperfecciones. La segregación de ‘cortisol’, hormona representativa de un período de estrés, facilita la intensidad y visibilidad de este acné. Liberar la piel de las toxinas y exfoliar el cutis una vez a la semana son dos gestos clave para combatir esta afectación.
Además, cuando sufrimos estrés, nuestro organismo libera histamina, adrenalina y cortisol, una segregación que debilita el sistema inmunológico y causa desequilibrios, que se manifiestan en forma de herpes, picazón, calenturas, e incluso enfermedades cutáneas como la dermatitis y la psoriasis.
Otras afectaciones: caída del cabello
El estrés también se manifiesta en la salud de nuestra melena, que puede perder densidad en un período de agotamiento y nervios, así como también por un choque emocional. Es uno de los causantes de la caída del cabello reaccional y así lo hemos contado en entradas como ésta: Cómo recuperar el pelo después de una caída reaccional del cabello.