¿Sabes qué es la cultura de la dieta? Aprendamos a sentir menos culpa y más compasión con nuestro cuerpo

cultura de la dieta, pexels

A las puertas del verano, la dictadura de la dieta se fortalece. Coge aire y nos presiona (sobre todo a nosotras) para que nos «preparemos» para la época del verano. Una preparación que consiste en perder los kilos, cuya presencia no nos molesta tanto durante el año. Hoy queremos reflexionar sobre la cultura de la dieta... Y planteamos una pregunta: ¿cómo te relacionas tú con la comida? ¿Sientes ahora más presión?

La cultura de la dieta

Durante siglos, las mujeres hemos ido interiorizando eso de «para lucir hay que sufrir». Y no hablamos únicamente de piezas como el corsé o los zapatos de tacón. Ese lucir pasa por renunciar a lo que nos apetece para alcanzar unos ideales. Un sacrificio que instaura un sentimiento de frustración constante y una gran culpa por no poder alcanzar las expectativas impuestas. Esa lucha interior se alimenta cada día de los mensajes que recibimos sobre lo que es «el cuerpo perfecto» y una «buena alimentación».

En toda lucha, hay buenos y malos. Así nos imponemos «el deber» de ingerior solo alimentos «buenos» y cuando caemos en los considerados «malos», debemos ser castigados. Cierra los ojos: ¿cuántas veces te has dicho que «te has portado mal» por comer algo calórico? Y después… ¿a qué sientes culpa?

¿Y cómo alivias la culpa? Compensando… Hoy me como una ensalada, que tengo que compensar la hamburguesa de anoche... «Me tengo que matar al gimnasio, porque estos días…» El problema no es hacer deporte con mayor intensidad claro está; la cuestión reside en que el motor es el malestar interior. ¿Desde dónde estás tomando esta decisión? Desde la culpa por haber caído en la tentación.

Además, estar tan pendiente de nuestra alimentación para lograr un objetivo nos conduce a un análisis obesivo de nuestra dieta que, te avanzo,  siempre tendrá un «fallo». Y entonces no nos relacionamos de forma sana con la comida, y sentimos ansiedad y culpa y eso ocurre en una de las actividades claves para nuestra vida.

Esta cultura de la dieta es el terreno en el que germinan los Transtornos de Conducta Alimentaria. Aunque no tengas este tipo de patologías, seguro que esta reflexión te resuena.

Disfrutar de cuidarnos

No queremos sentir más culpa, tampoco por sentirnos así. Porque no la tenemos. Es lo que hemos ido aprendiendo desde nuestra niñez, que no iba a ser suficiente con ser como somos, que hay que llegar a esos cánones de belleza. Lo que sí que tenemos es la oportunidad de tener una mejor relación con nuestra alimentación. Podemos trabajar para desconstruir todos estos estereotipos, para sentirnos mejor y disfrutar del placer de comer.

Conoce tus necesidades y gustos. Ya sabes que cada cuerpo es un mundo, así que no sirve coger el «peso» como el único valor para saber cómo tenemos que cuidarnos. Además, los alimentos denominados «buenos» no pueden ser un castigo para nosotros: explora entre todo el arsenal de alimentos y escoge aquellos que más placer te proporcionen. Las frutas y las verduras son imprescindibles en una dieta sana y equilibrada: escoge aquellas que más te gusten y supera el miedo a probar.

Visita a un profesional. Aprender a comer de acuerdo a tus necesidades, con la ayuda de un profesional. Si sientes que quieres perder peso, es importante disponer de un plan nutricional que tenga en cuenta la salud de nuestro organismo, por encima de la estética. ¿Cómo puede ser que no visitemos al nutricionista con lo importante que es para nuestra vida la alimentación?

No apuestes por dietas radicales. El cambio brusco de alimentación puede conllevar efecto rebote, como señala la doctora Leyre López-Iranzu, nutricionista de Clínica FEMM, pues la supresión excesiva de calorías » activa al cerebro, que percibe este cambio como un hecho peligroso para la salud y baja el ritmo del metabolismo».

La restricción de alimentos también tienen un impacto en nuestra salud mental. Como señala Gracia Pérez Morujo, psicóloga de la clínica: «pueden causar impactos negativos a nivel psicológico como una mayor irritabilidad, cansancio, dolor de cabeza, tristeza y cambios en el horario de sueño». Si alguna vez has seguido una dieta estricta puede que hayas experimentado ansiedad y frustración por el esfuerzo mental que implica la renuncia.

Y por último, pero muy importante: practica la compasión con tu cuerpo. Aunque hayas oído muchas veces que lo más importante es aceptarse, habrá días en que te cueste más. Pero también habrá otros en que puedas abrazarte con más fuerza y entender que tu cuerpo no merece tal castigo.

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