Durante años, menopausia y sexualidad femenina han sido temas tabú. Se daba por hecho que con la llegada de la menopausia, el deseo se apaga, el cuerpo cambia… y no hay nada que hacer. Pero esa narrativa está cambiando —y también lo está haciendo la consulta ginecológica. Hablamos con la Dra. Antonella de Ponte, especialista en ginecología regenerativa y funcional en Dexeus Mujer (Barcelona), quien nos recuerda que la sexualidad forma parte de la salud, también en la menopausia: “Muchas mujeres creen que los cambios sexuales con la edad son inevitables y no tratables. Pero no es así. Tenemos recursos médicos eficaces que pueden mejorar su calidad de vida, autoestima y relaciones”.
Los cambios sexuales en la menopausia: lo que sí se puede tratar
A partir de los 45-50 años, es común que aparezcan:
- Sequedad vaginal y pérdida de lubricación natural.
- Dolor al inicio de las relaciones (vestibulodinia atrófica).
- Disminución de la sensibilidad y del orgasmo.
- Cambios en la anatomía vulvar, como hiperlaxitud o fimosis clitoriana.
- Incontinencia urinaria que afecta la vida íntima.
Todos estos síntomas tienen un impacto real en el bienestar emocional y físico. La buena noticia: se pueden tratar con un enfoque médico, físico y sexológico integrador, especialmente si se abordan dentro del contexto de la menopausia y la sexualidad femenina.
Dispositivos con base médica: mucho más que placer

Uno de los recursos que la Dra. De Ponte recomienda en algunos casos es el uso terapéutico de dispositivos como los de la marca Lelo. “No se trata de un uso erótico únicamente, sino de una herramienta terapéutica”, explica.
Estos dispositivos, utilizados con criterio médico, pueden:
- Mejorar la vascularización y la sensibilidad
- Estimular la microcirculación y el tono muscular.
- Ayudar a la rehabilitación vulvovaginal, especialmente en mucosas atróficas o zonas con dolor.
¿En qué casos se recomienda su uso?
La Dra. De Ponte los indica en mujeres con:
- Sequedad persistente o dolor en el introito.
- Disminución de la sensibilidad o anorgasmia adquirida.
- Fimosis clitoriana leve o moderada.
- Hipotonía vaginal posparto o postmenopausia.
- Mujeres oncológicas que no pueden usar estrógenos.
“La elección es siempre personalizada, teniendo en cuenta la anatomía vulvar y vaginal, y los objetivos terapéuticos de cada paciente”.
¿Cómo es el protocolo terapéutico?
El tratamiento se realiza en fases, siempre adaptado al ritmo de la paciente:
- Fase inicial (2–4 semanas): sesiones externas suaves, 5–10 minutos, baja frecuencia.
- Fase intermedia (4–8 semanas): introducción progresiva si hay tolerancia, trabajo del introito y musculatura interna.
- Fase de mantenimiento: 1 vez por semana para preservar la elasticidad y el flujo.
En 2 o 3 meses, muchas pacientes notan mejoras reales: menos dolor, más lubricación, más control y más placer.
¿Y si la paciente no quiere usar este tipo de herramientas?
“Nunca se obliga”, aclara la doctora. Existen otras opciones como lubricación intensiva, fisioterapia de suelo pélvico, estrógenos locales (si no están contraindicados), técnicas regenerativas o terapia sexológica. “Pero cuando entienden que se trata de salud, no solo de sexualidad, muchas mujeres pierden el pudor y se benefician mucho”.
Recuperar la sexualidad también es recuperar el cuerpo
Más allá de lo físico, este abordaje tiene un efecto psicológico muy potente. “El dolor y la disfunción sexual generan ansiedad, vergüenza y distancia en la pareja. Cuando una mujer recupera la sensibilidad y el control corporal, gana autoestima, deseo y confianza”, explica.
Y no, no es “tarde” para empezar. “La sexualidad no desaparece con la edad: cambia. Podemos acompañar ese cambio de forma respetuosa y científica”, concluye la Dra. De Ponte.
