¿Has leído ya los primeros relatos que hemos recibido para participar en el sorteo de 6 frascos de Amor Amor in a Flash, de Cacharel. Tienes tiempo de escribir tu relato breve hasta el 31 de agosto. ¿A qué estás esperando?
Sigue leyendo y descubre todos los detalles…
Explosivos, tórridos, apasionados, maravillosos, inolvidables… Son los amores de verano. Explícanos el amor de verano que aún te hace suspirar. Puede que lo hayas vivido hace tiempo o que se esté desarrollando en estos mismos momentos. Los seis mejores relatos ganarán un frasco de la fragancia Amor Amor in a Flash, de Cacharel. Eso sí, te recordamos que este blog puede ser leído en horario protegido y las escenas más subiditas de tono serán silenciadas…
Puedes dejar tu relato como un comentario en esta misma entrada hasta el 31 de agosto. Publicaremos el nombre de los ganadores y sus respectivos textos el 4 de septiembre. Como es habitual, los textos serán valorados por los miembros de un jurado formado por una persona del equipo de Cacharel y las periodistas y directoras de belleza activa.
Amor Amor in a Flash, de Cacharel
El flechazo. Amor Amor in a flash relata un nuevo capítulo de la saga Amor Amor de Cacharel, el de la emoción del flechazo: la excitación, la embriaguez de la atracción, los sentimientos eufóricos de los primeros instantes…
El perfume: auténtica poción amorosa, este oriental goloso creado por Pierre Negrin, perfumista creador de la casa Firmenich, encapsula todas las emociones del flechazo. Amor Amor in a flash se abre con una explosión, la de las notas frescas de mandarina y albaricoque. A continuación, como un beso goloso, la nota de corazón se deposita sobre la piel: una manzana roja, sensual y carnal asociada a notas de caramelo blanco; una manzana de amor caliente y azucarada que se comparte entre dos, una alquimia intensa y deliciosa que marca el espíritu y el corazón, sublimada en el fondo por notas de canela y vainilla.
Amor Amor in a flash, una estela deliciosamente golosa de la que la piel ya no puede prescindir…
Un frasco de feminidad cautivadora. El frasco rosa eléctrico es audaz, festivo y luminoso. Cautiva la mirada y encapsula con osadía toda la modernidad de este flash. Rodeando el frasco, la rosa, emblema de Amor Amor, se vuelve más atrevida. Metalizada, se despliega para abrazar apasionadamente un corazón plateado delicadamente grabado.
La película: Una interpretación moderna del flechazo. Después de la inocencia y la dulzura de las dos campañas precedentes, Jean-Baptiste Mondino ha escogido un universo festivo, pleno de libertad, para ilustrar la intensidad de este flechazo.
La atmósfera es la de una noche de verano embriagadora. Al borde del agua, la fiesta resuena, los colores chispean en el crepúsculo, el fuego inflama los espíritus y la música, imaginada por su hija Mahaut Mondino, hace vibrar a la multitud a un ritmo eléctrico e hipnótico.
Lejos de los clichés y las imágenes clásicas del romanticismo, encontramos aquí a la supermodelo Hanna Wahmer, encarnación de una joven libre y afirmada, decidida a vivir a fondo cada instante junto al misterioso Francisco Lachowski, con quien interpreta este momento de pura pasión.
Hola guapas,¿cuándo sabremos quien ha ganado el concurso de relatos? Suerte a todos los participantes.
El 6 por la mañana, Gemma!!!
Gracias y suerte.
Gracias a ti por leernos!!
Mi amor de verano, fue fugaz, intenso con mucho amor pero al mismo tiempo mucho dolor, me enamore un verano, fue feliz el tiempo que duró, pero de repente fue un verano cuando acabo, así que los veranos los disfruto y pienso si el amor volverá a tocar a mi puerta, más bien eso deseo, espero poder volver a contar que un verano vivi un gran amor, que esa siguiente vez será para siempre y no cierro la puerta al amor, sé que un día volverá y esas mariposas en mi barriga me volverán loca y lo viviré como el primer, pues nunca dejo de ver la vida con alegría, entusiasmo y esperando algo mejor.
Gracias, María, por tu comentario!
Mi historia de verano traspasa las fronteras, fue justo hace 15 años en verano, conocí a mi gran amor, esos en los que miras a los ojos y sin razón, ni explicación sabes que es el amor amor definitivo, que te lee la mente, que cuando le escuchas tu corazón late tan deprisa y es como si le conocieras de toda la vida, nos conocimos en una fiesta en la playa, a la luz de las hogueras, entre risas, charlas y de repente le vi con sus intensos ojos color miel, fisioculturista, se acerca a mi y ya nunca más me volví a separar de él… pues aunque parezca de película es real y por fortuna me ocurrió a mi, llegue desde un país lejano a más de 4.000 kilómetros de distancia, 14 horas de avión y dispuesta a disfrutar de lo que serían unas vacaciones de verano normales y corrientes, resulto ser el mejor verano de mi vida, conocí al que hoy en mi esposo, dos años de noviazgo en la distancia, vacaciones de verano varias y navidades juntos y de repente un día nos comprometemos, nos casamos y así llevamos 13 años de casados con un peke de 5 añitos y aunque no fue nada fácil, dejar todo tu mundo, toda tu vida, a nivel personal, profesional, enfrentarte a otra cultura y empezar de cero, pero tenía la fuerza que te de dejarte llevar por tu corazón y sentir que todo ha merecido la pena, a pesar del dolor de dejar toda mi familia destrozada, de vivir sentimientos encontrados, como tu madre te dice estoy feliz que encontraras el amor, pero podía a ver sido un chico a la vuelta de la esquina, no tan lejosssssss sin embargo ver sus lagrimas de felicidad y tristeza y desearme lo mejor… pero supongo así es amor verdadero, nunca sabes el flechazo donde te va llegar, en el sitio más inesperado, en el lugar más lejano del mundo, es caprichoso y dejarte llevar del amor amor verdadero es lo mejor que me ha pasado en la vida, me siento afortunada, aunque en mi corazón hay un vacío que solo se llena cuando tengo a mi marido, mi hijo y mi familia materna junta, esos instantes quisiera que el tiempo se detenga y disfrutar del mejor verano por siempre… por eso me identifico con la ilusión que puede transmitir un perfume, en su poder de seducción y que cuando te lo aplicas sientes tal vez mañana esa historia me puede pasar a ti, pero ojo… no la dejes pasar, vive siempre con intensidad.
Muchísimas gracias, Claudia por tu relato!!!
«COLGANDO EN TUS MANOS»
Nunca olvidaré ese verano.
Cada vez que escucho «Colgando en tus manos», todo mi vello se eriza y vuelven con intensidad los sentimientos que nacieron aquel inolvidable verano… emoción, nervios, ilusión y pasión en un inmejorable cóctel.
Comenzó como un verano más… Yo estaba con mis amigos de siempre, disfrutando de un verano como los anteriores, cuando apareció un grupo de gente nueva en la ciudad y en los lugares por los que nosotros nos movíamos. Empezamos a coincidir por las mañanas en la playa y por las tardes-noches en el paseo marítimo que mi grupo frecuentaba.
Lo reconozco. Yo ya me había fijado en él. Por algún motivo que no podía explicar me resultaba atrayente. Es verdad que era guapo. Pero no era sólo eso. Era su modo de comportarse: sus gestos, su aire despreocupado, la forma en que el suave viento ondeaba ligeramente su pelo castaño y… su forma de sonreír, que me dejaba hipnotizada.
Una noche organizamos una fiesta nocturna y su grupo se nos unió. Yo estaba charlando con una amiga cuando alguien me rozó el brazo y sentí una descarga de electricidad. Me volví y ahí estaba él, con aire un tanto socarrón y con una camisa suelta que no le podía quedar mejor sobre su piel tostada. Tragué saliva, sin saber qué decir.
Me preguntó mi nombre y en aquél momento creo que tardé como veinte segundos en recordar cómo me llamaba. Y me invitó a bailar.
¿Qué sonaba justo entonces?
Pues sí, «Colgando en tus manos».
Yo pensé que sería el típico baile un poco simple y a la vez un poco vergonzoso por no conocer a tu pareja. Pero nada más lejos de la realidad. Me agarró con suavidad pero firmemente, quedando nuestras caderas a poca distancia y sintiendo su maravilloso aliento increíblemente próximo a mi cuello.
Y… ¡cómo bailaba! Fue el baile más sensual que he tenido en mi vida. Olvidé todo lo demás: sólo estábamos él y yo, esa preciosa canción y mi propia sensación de ser consciente de cada uno de los poros de mi piel según sus manos me rozaban.
Ya no nos separamos en todo el verano. Encajamos a la perfección y no deseábamos que cada día que disfrutábamos juntos se acabara, pero tampoco que cesara cada una de las perfectas noches que exprimíamos hasta el último minuto.
Pero llegó el final del verano y nos tuvimos que despedir. Así fue como «Colgando en tus manos» llegó a cumplirse plenamente. Maravillosa, maravillosa canción.
Muchísimas gracias por tu relato, Sonia!!! Un gran beso!!!
Dos besos
Trazar la historia de un beso a veces puede resultar complicado, porque los motivos por los que suceden son tan variopintos que cualquier chispa puede originar un acercamiento y la consiguiente explosión.
A los quince experimenté una de esas sensaciones que te suben al cielo y crees no bajar de él hasta que compruebas de primera mano que no todo es de color de rosa, que la vida te depara otras lecciones, y aunque no hayas aprobado algunas, las siguientes seguro se te darán mejor. La experiencia es primordial, y el paso de los años no pueden decir lo contrario.
Al principio eres un novato y rígido actor que observa el mundo que te rodea, en el intento que ningún matiz se te escape, y después de observar, empapado ponemos en práctica el beso que nos ha hecho imaginarnos universos paralelos y sensaciones que nos lleven al mundo de los dioses.
No es de extrañar que después del primer roce se quiera más, y ese pequeño vacío se sume a las ganas de querer indagar y saborear la dulce miel de un buen beso.
Al menos yo me pasé horas delante del televisor viendo las películas de Hollywood comprobando como los actores se besaban lascivamente, y sus besos nos erizaban el vello hasta hacernos partícipes de una realidad ilusoria, que creíamos a pies juntillas, en la que me sumergía, buscando en el día a día una candidata que me diera ese privilegio. Tuve que conformarme durante algunos meses más verlos proyectados en las trescientas sesenta y cinco líneas del televisor. Todo un reto, a sabiendas de mis compañeros, que con más práctica habían escrito sus primeras páginas en el diario.
¿Por qué no pude expandirme en un beso en condiciones y tuve que limitarme a dejarlo en mis labios, sin poder otorgárselo a nadie hasta que llegó el verano? Unos decían que para besar era necesario sentirlo dentro. Otros, que eso eran tonterías, que los besos se dan sin miramientos. Había quienes explicaban lo escrupulosos que eran al besar, y ponían sus límites… Encogido escuchaba las palabras de unos y otros, hasta que me dijeron que tenía que hacerme una limpieza de cutis.
– Los granos en la cara no dan morbo.
Era la puta realidad. Una realidad que traspasó las fronteras del mundo limitado en el que había crecido. Así que me puse manos a la obra. Acudí al especialista de la piel, que después de varios intentos dio con el tratamiento eficaz. La vida me cambió.
Lo recordaré siempre, no puede pasar un día sin que al menos un pensamiento me delate y haga que me evada por aquel beso infractor que me supo a purga.
Yolsa, la molsa, así la llamábamos en el bloque, por su tipo destartalado, habitante del quinto, tocó al timbre de casa.
– ¿Tienes sal?
La típica historia de amor de película se repetía en la realidad. Una historia que no me convenció al mirarla de arriba abajo, con cierta desconfianza.
– ¿Tú qué crees?
– Pues que sí.
– Lo siento, no tengo. Ahora mi madre no está, y…
No dejó que acabara. Interpuso el pie en la puerta, y se mordió el labio inferior. Me había cruzado con ella por el pasillo del rellano, tantas veces que ni la saludaba, mientras me miraba de soslayo suspirando. Contuvo la respiración y…
– ¡Estás guapísimo!
Aglutinó sus labios, como si de un pez se tratara y me cogió del brazo estrechando su cuerpo contra el mío. Me resistí, pero la mole acabó por cogerme con los dos brazos, y entre sus enormes tetas me aplastó hasta besarme en mis encogidos labios. ¡Qué asco por Dios!. Cuando pude librarme cerré la puerta tras la cual se quedó la complacida y monstruosa Yolsa. Mi primer beso indeseable.
La opción fue lavarme los labios, escupir, cepillarme los dientes hasta enrojecerme las encías. Había sido víctima de un beso inapropiado, no pensado y ajeno a la realidad de la cual me había alimentado.
Al llegar al instituto me vieron alterado, pero les di novillos a todos. No quería explicar lo que me había ocurrido para no ser el hazme reír de los más listos. Así que el silencio me acompañó toda la mañana.
Clara, una antigua amiga dos años mayor que yo se acercó a preguntarme que me pasaba, cuando íbamos camino de casa. Intenté no mirarle a las tetas, pero resultaba improbable desviar la atención. Bien firmes se erguían sin compasión a la espera que alguien las tocara sin previo aviso, mientras ella me hablaba de sus padres. Yo asentía con la cabeza, queriendo darle a entender que la comprendía. Cuando acabó me dejó su número de teléfono y una frase, “si quieres hablar yo te escucharé.”
Estábamos a las puertas del verano, un verano inusual que iba a pasar en la ciudad. E iba a tener la oportunidad de poder poner en práctica las lecciones sobre besos.
El beso de Yolsa me supo a un osculum infame, seguro que el de Clara iba a ser la levitación hacía las puertas de San Pedro. Las hormonas de mi cuerpo se intensificaron tanto que mis pezones erectos me transmitían placer al ser rozados por la camiseta estampada.
Tres días después comenzó la historia. Una historia singular, con una mujer que no me dejó indiferente. Ese amor fugaz, que me removía el estómago se matizó hasta hacerme estallar en sensaciones. Y a parte de sus bellas tetas y duros pezones, me acabé por enamorar de sus labios. Sobre todo cuando se los mojaba con la punta de la lengua, y me sonreía.
No tarde en lanzarme a sus brazos. Ella también lo deseaba. Le cogí por la cintura y sin preámbulos le acaricié su torso prominente. Se estremeció estirándose hacia atrás. Soltó un jadeo de pasión, para seguidamente unirnos en un beso que duró quince minutos. Mi segundo beso sublime.
Por mi cabeza pasaron las actrices y actores Hollywodienses varias veces, mientras ella me asía pegada a su cuerpo y le explicaba mis inquietudes a través del beso. Me escuchó en todo momento, y no opuso resistencia. Clases así me supieron a gloria.
– Si te hubieses quitado los granos antes – soltó por su boquita de piñón.
– Las cosas vienen en su momento justo.
Ella añadió dos cosas más. Que me abrochara la bragueta y que por ahora no se lo contara a nadie. Que le volvía loca, porque veía en mí a un chico noble, y que más adelante habría algo más. Dos años mayor y las cosas más claras, un buen ejemplo a seguir. Fue un verano cojonudo, estrené la caja de condones que estuvo a punto de caducar, y tuve que comprar dos más. Las hormonas se nos disparaban. Sus besos y los míos acabaron por llenarnos la vida de chispa. Fue mi primer amor de verano. Todos me envidiaron en el instituto.
Ahora seguimos siendo pareja, y mañana seremos padres de mellizos. Los treinta no es mala edad para serlo.
Por cierto Yolsa encontró a su media naranja.
Clara y yo seguimos besándonos como antes. No hay día que subamos al cielo. Los besos de Hollywood no son de ficción.
Francisco, en estos momentos ya debéis ser papas. Felcidades!!!! Tu relato no sólo me ha hecho reir (sí, lo siento, el episodio con Yolsa ha sido el culpable) sino que también me has hecho recordar mis dudas ante el primer beso… Hablando de besos: uno enorme para ti, para Clara y otro mucho más tierno para cada uno de los mellizos. Deseamos seguir encontrándote en el blog, en el que también hablamos de cuidados para el hombre.
Aquel verano….
¡Qué bien! ¡Al fin estábamos las tres en el Hotel San Juan! Por fin nos habían dejado ir soles a la costa brava. Las tres amigas del alma, con 18 años, solteras y con la sangre llena de estrógenos. Aquel verano del77, una vez hubimos llegado al hotel, dejadas las maletas y saliendo hacia la disco. Con nuestras mejores minifaldas, nuestros ajustados tops y nuestros zapatitos de tacón. Una hora en el lavabo, maquillándonos y peinándonos. Llegamos a la disco y nos sentamos en uno de los sofás, para observar bien desde lejos. Justo delante nuestro, tres pedazos de cielo, recién llegados de Suiza. Y los tres solitos….
Se acercan y… qué bien hablan francés (tantos años en las monjas aprendiendo francés nos va a servir para algo) El morenazo para mí, le digo a mis amigas guiñándoles un ojo (al final siempre elegimos nosotras.). Bailo toda la noche con aquel moreno, alto, de ojos verdes, y acabamos en el reservado cogidos de la mano. Nos pegamos el uno al otro como el sello a la postal que envié a mi familia: Con amor desde San Juan, lo estamos pasando muy bien, besos.
Si supieseis……
Aquella mañana se acabo el verano y los chicos nos esperaban en la playa. El día estaba nublado y nos dijimos adiós con un beso y con una lágrima… o acaso era una gota de lluvia…
Lola Ruiz Jurado
Muchísimas gracias, Ma. Dolores!! esas lágrimas/gotas de lluvia… como nos rompen el corazón los amores de verano que se van…
Doce veranos y sin embargo tengo vivas sensaciones de aquellos días que consiguen despertarse como si fueran de ayer mismo…
Como tantas otras historias de las que he leído, la mía tiene como escenario un lugar costero.
Todos los veranos eran iguales. Mis hermanos conseguían forman grupos de amigos pero yo… La gente de mi edad no se perdía por aquella urbanización más bien familiar. Tímida, reservada, la responsabilidad de comportarme como la hermana mayor, la autoestima algo menguada…un cóctel contenido en apenas metro y medio que hacían prácticamente imposible que nadie pudiera fijarse en mí. Parecía una niña a pesar de tener veinticinco años.
Los días transcurrían bajo la sombrilla, junto a mis padres, encerrada en la lectura de libros infinitos que me transportaban a mundos en los que la posibilidad de que un príncipe azul te encontrara también existía para mí. Recorrer el paseo marítimo después de cenar despedía todas las jornadas de aquellos quince días, así que cuando una vez, una sola vez me dijo uno de mis hermanos que si quería acompañarle a la discoteca no dudé en decirle que sí. A pesar de no ser un ambiente por el que me supiera mover naturalmente y de la convicción de que el amor de mi vida jamás lo encontraría en un sitio así.
Mi hermano y sus amigos, adolescentes en plena efervescencia, me agradecieron que estableciéramos un lugar de encuentro y concederles la tranquilidad de moverse con plena libertad entre el público femenino. Afortunadamente, el local disponía de una sala con buena música y unos estupendos asientos.
Un joven capaz de hablar y mantener una amplia sonrisa al mismo tiempo se dirigió a mí. ¿A mí? Sí, aunque no conseguí entender ni una sola palabra. Italiano. Para cuando interpreté que estaba de vacaciones con unos amigos ya tenía a uno de ellos delante. En ese momento creo que dejó de sonar la música, el reloj de avanzar, la gente a nuestro alrededor parecía no moverse y yo era incapaz de respirar. Algo en ese instante se me metió dentro.
Paradojas de la vida, aquel chico parecía venir con subtítulos y yo estar licenciada en traducción.
No sé si fue la tremenda dulzura con la que me invitó a cenar, los tres perfectos lunares que salpicaban su cara o lo grande que me sentí cuando me preguntó si podía besarme… pero en los encuentros que tuvimos durante aquellos días supe que (sin paños calientes) me había enamorado hasta las trancas.
Como decía la banda sonora del último episodio de Verano Azul, el final del verano llegó y…ambos teníamos que partir. Con carta de amor incluida, nos despedimos hechos un mar de lágrimas.
Al día siguiente tenía pensado hacer una escapada, con lugar y duración sin determinar, no sin antes saludar a mi amiga del alma y contárselo todo. Decidimos que la escapada sería con ella y su marido y el destino a cara y cruz entre dos ciudades españolas, aunque en mi corazón estaba Venecia. No recuerdo dónde se supone que deberíamos haber ido según el azar, pero nos miramos y …aquella misma tarde partíamos hacia Italia.
Sólo pude enamorarme un poquito más, y otro poquito cuando me sorprendió viniendo a pasar fin de año conmigo, y otro poquito cuando me pidió si haría el amor con él, y otro poquito…
Han pasado doce años. No hubo el final feliz que en aquel momento hubiera deseado; sin embargo, con más o menos constancia, siempre mantuvimos el contacto.
Este verano, supongo que porque a los amigos de verdad es a los que se les busca en los momentos difíciles, retomamos la confianza de nos había unido. Él con un problema de salud y yo afectada por una ruptura sentimental, nos ofrecimos mutuo apoyo hasta decidir compartir unos días de vacaciones. No ha habido nada que nos recordara el pasado enamorado que tuvimos, pero a día de hoy siento un inmenso orgullo de que la vida me haya ofrecido la oportunidad de volver a disfrutar de él como dos buenos amigos (aunque no digo yo que no me hubiera encantado volver a besarle…).
Una historia preciosa Piccola! Suerte!
Mi pequeña gran historia de amor no llegó a trascender como para acabar en la vicaria o fundando una familia, sin embargo, fue una pequeña gran historia de la que guardo un precioso recuerdo.
Presentaciones: él, un caballero andante rural; ella: una servidora, Dulcinea en el hostal donde se alojaba aquella noche.
Juro que no fui yo quién extravió la funda de su cámara de fotos, pero me ofrecí para ayudarle a buscarla. Fue una “lástima”que no apareciera, no tanto que me diera su número de teléfono con el pretexto de que si la encontraba se lo hiciera saber. Por supuesto, de la funda nunca más se supo, pero empezaron las llamadas, los mensajes,… y la verdad. Entre nosotros había cientos de kilómetros de distancia y quince años de diferencia. Moralmente divorciado y con dos hijos aún pequeños aquello no podía pasar de ser “una historia de tres días”, como él mismo definía la extraña pero estrecha relación que íbamos formando.
No tardó en llegar el primer encuentro. Poco recuerdo de aquella tarde porque no hubo más que un beso prolongado durante horas, uno sólo, en medio de una ciudad desconocida.
Para cuando volvimos a vernos su separación ya estaba en marcha, así que pudimos dar rienda suelta a lo que ambos sentimos desde el primer momento en que nos cruzamos…
La confianza y el cariño entre ambos iba creciendo a pasos agigantados. Las largas horas pegados al teléfono consolidaban una complicidad inusual que, una vez al mes, podíamos compartir. No era lo único…siempre hubo una fuerte química que no entendió de edades.
La distancia la consumían las ganas de vernos pero los quince años…nunca llegó a superarlos.
Aunque cada uno con su vida y con encuentros tan fugaces como mágicos, conseguimos robar un año a su convicción de que nuestra “historia de tres días” fuera imposible.
A pesar del profundo amos que nos procesábamos, llegó el día en el que los prejuicios y el miedo pudieron más que yo. Al llegar de compartir unas maravillosas vacaciones me dijo que aquella era la última vez que íbamos vernos. No fue el todo así, apenas coincidimos después un par de veces que nada tuvieron que ver con los días en los que parecíamos estar hechos el uno para el otro.
Toda la magia que no murió aquella tarde el tiempo se ha encargado de desvanecerla, sin embargo, no pocos años después, sigo sintiendo un extraño calambre cuando me acuerdo de él…
Siempre atento a que creciera, apoyó desde un principio mi amor por las letras y me hizo prometer que algún día escribiría sobre aquella “historia de tres días en la que un templario se enamora y cae desarmado por una bruja que lo hechiza”.
Cumplo mal y tarde esa promesa pero con un profundo respeto y cariño.
Gracias por compartirlo con nosotr@s Alayda! Suerte!
Esta vez no participo, que mis neuronas se han ido a hibernar hasta que pase el calor, ¡suerte a tod@s!
Ohhhhhhhh!!!
Los relatos no son lo mío.
Gracias igualmente por dejarnos tus comentarios Angeles.
Un beso!