Ser conscientes de que cambiamos de estación no consiste sólo en cambiar de ropa y zapatos para adaptarnos al cambio de clima. También nuestra piel, y todo nuestro organismo, necesita habituarse a este cambio. Porque, seguramente, nos encontramos cansados sin causa aparente, con un cierto «dolor de huesos» y una incipiente irritabilidad que no sabemos bien a qué atribuir.
Como dirían nuestras madres: es el tiempo. Y no se equivocan. Es el momento de hacer una breve parada y tomarnos en serio que entramos en el otoño y debemos adaptarnos a él para estar a gusto y confortables en la nueva estación.
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