Descamación en las mejillas, manos ásperas, piel tirante e incómoda… Estamos en invierno y la piel tiene frío. Y sed. Las bajas temperaturas pueden combatirse con calefacción y ropa adecuada. Pero este bajón en los termómetros tiene un efecto secundario: bebemos menos líquido. Además, en esta época del año la piel se ve sometida a cambios constantes muy rápidamente, no sólo por la diferencia de grados entre el exterior y el interior sino, sobre todo, por el nivel de humedad. No tiene tiempo de adaptarse tan rápidamente y se desorganiza. Resultado: aparece la deshidratación. Necesita beber, pero muchas veces nos olvidamos.
Aportar líquido a diario al organismo es imprescindible también en invierno. No sólo agua. Refrescos, infusiones, caldos, zumos, lácteos… Todos hidratan. Todos suman para alcanzar esos dos litros que los especialistas recomiendan beber a diario para mantener el buen funcionamiento de nuestro cuerpo. Y nuestra piel.